jeudi 17 février 2011

Las Pecanins

Las Pecanins fotografiadas por Juan Rodrigo Llaguno




Propuestas y aventuras locas

–¿Cuál es su recuerdo más temprano de esta iniciativa de su madre y sus tías?

–Me acuerdo –responde Yani Pecanins– de la primera galería de la calle de Florencia, pero lo que me trae más recuerdos es cuando inauguraron el local de la calle de Hamburgo; se hicieron unos vestidos de manta que los artistas pintaron. Había mucha euforia por la aventura que emprendían.

–¿Cuál ha sido la línea de la galería?

–Lo que movió a las Pecas a hacer lo que hicieron en la galería fue su pasión, su entusiasmo, su amistad con los pintores y el hecho de ser parte de algo que se estaba moviendo que, me imagino, tenía que ver con la Ruptura.

“La Zona Rosa, cuando la galería estuvo allí, también era un lugar donde pasaban cosas, un barrio donde había galerías, librerías, todo un espíritu. No sólo ser galeras como para abrir, colgar cuadros y ganar dinero, sino de ser parte de los proyectos.

“Hoy día existen los curadores y demás, pero en esa época no. Entonces, ellas hacían lo que les entusiasmaba. Era algo muy participativo, pasional. Muchas de las juntas del Salón Independiente fueron en la galería cuando estuvo en la calle de Hamburgo.

“Las Pecas inventaban, por ejemplo, los happenings –el performance de hoy–, que casi no había. Hicieron el pastel arte, que se sacaba a la calle, donde las personas participaban. Cosas muy divertidas; entonces, sí creo que ese espíritu es muy importante aquí en la galería. No sólo exponer porque vendía o porque era un pintor famoso, sino porque les encantaba lo que hacía.”

–¿Qué las distinguía de sus contemporáneos?

–Al parecer ese espíritu de hacer cosas como locas y aventurarse a montar exposiciones poco comunes. Quizá un poco el espíritu del Salón Independiente donde se hacían cosas nuevas y muy locas para la época. Ellas eran muy participativas de eso y lo aplicaban en la galería en lo que exponían, aunque no se vendiera. El chiste era hacer cosas diferentes, propuestas nuevas.

Un confesionario

La amistad del crítico de arte Luis Carlos Emerich se afianzó con las hermanas Pecanins cuando aquél empezó a ser curador, “a tener encargos relevantes. Entonces les pedí que me museografiaran curadurías. Hemos trabajado muchas veces juntos en proyectos fuera de la galería. El único en el que he participado dentro fue algo llamado cine cabaret, donde el Gobierno del DF invitó a las galerías a hacer una exposición alusiva a la vida de la ciudad de México”.

Emerich es autor del libro Pecanins, publicado con motivo de los 35 años de la galería (2009).

–¿Cómo figura la galería en el panorama de esos espacios?

–La Galería Pecanins ha sido determinante en la difusión del arte mexicano, el catalán y el latinoamericano. Es uno de los puntales de la ruptura de los años 60. Allí se formó el Salón Independiente. A pesar de que muchos de los artistas estaban con Juan Martín, también exponían con las Pecas, que ofrecieron como siempre su espacio como lugar de conspiración en aquel momento que era un chisme de una sola pieza la condición del arte mexicano. No eran tan ortodoxas como la Juan Martín, ya que se abrieron a muchas otras manifestaciones. En los años 60 son verdaderamente precursoras del conceptualismo, que apenas se vislumbraba en este país.

Para Emerich las Pecanins buscaron siempre “su realización personal. No se hicieron ricas y siguen sin ser ricas. No les importó tanto el negocio. Como les dije un día: ‘su galería más bien es un confesionario’. Aquí vienen los artistas a narrar sus penas y divertirse. Eso es lo que ha tenido y conserva la familia entera. Esa familiaridad de la galería es lo que imprime un carácter humano, mucho más que una tienda de artículos suntuarios. Es casi un templo de reunión para muchísimas personas”.

Parte de la nota escrita por Merry Mac Masters Periódico La Jornada Sábado 5 de diciembre de 2009

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